Científicos del Instituto Max Planck demostraron que la piel actúa como un sistema de alerta temprana capaz de detectar peligro antes del cerebro. Sus terminaciones nerviosas perciben cambios mínimos en el ambiente —como vibraciones o temperatura— que activan reacciones automáticas como escalofríos o tensión muscular. Este “sexto sentido biológico” fue clave para la supervivencia humana y sigue funcionando ante amenazas modernas.












