La exposición regular a entornos naturales activa el llamado “efecto bosque”, un fenómeno respaldado por investigaciones médicas que vinculan el contacto con la naturaleza con la reducción de procesos inflamatorios. Estudios señalan que pasar tiempo al aire libre disminuye proteínas inflamatorias en la sangre, fortalece el sistema inmunológico y ayuda a regular la presión arterial. Además, la luz solar y los sonidos naturales favorecen la producción de serotonina, lo que reduce el estrés, uno de los principales factores asociados a la inflamación crónica. La naturaleza actúa así como un aliado silencioso en la salud física y mental.