Este fenómeno es conocido como síndrome del regreso y es una respuesta psicológica común tras un cambio brusco entre descanso y exigencia. Durante las vacaciones, el cerebro reduce los niveles de estrés y se acostumbra a horarios flexibles y menor presión. Al volver a la rutina laboral o escolar, esa transición repentina genera una sobrecarga emocional que se manifiesta con dificultad para concentrarse, alteraciones del sueño y cambios de humor.
Aunque no se trata de una enfermedad, el síndrome del regreso puede intensificarse cuando se combina con presión laboral, pendientes acumulados o problemas económicos, situaciones frecuentes en enero. Especialistas señalan que la falta de adaptación gradual aumenta el impacto emocional, provocando sensación de agotamiento incluso antes de iniciar el día.
Recuperar horarios de manera progresiva y reducir expectativas extremas ayuda a que el cerebro se adapte mejor, disminuyendo el estrés y facilitando el retorno a la rutina diaria.
CON INFORMACIÓN DE JACOBO FLORES
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