El rover Perseverance, de la NASA, captó sonidos y señales electromagnéticas durante varios “dust devils” (torbellinos de polvo) las grabaciones muestran crujidos y estallidos cortos, prueba directa de descargas eléctricas en Marte. Estos remolinos levantan polvo y granos finos que chocan y se frotan, generando carga eléctrica por fricción lo que se conoce como efecto triboeléctrico. En la delgada atmósfera de Marte, esa carga basta para provocar chispas.
Este descubrimiento cambia lo que pensábamos de Marte: la electricidad atmosférica podría influir en su química, clima e incluso en la viabilidad de futuras misiones (robóticas o tripuladas). Además, puede alterar compuestos orgánicos, lo que tiene implicaciones sobre la búsqueda de vida pasada.
Marte ya no es solo un planeta rojo y polvoriento: ahora sabemos que también puede chispear. Y con ello, se reescribe lo que sabíamos del clima marciano.
CON INFORMACIÓN DE JACOBO FLORES
Azúcares, ‘goma’ y polvo de estrellas: el hallazgo que podría explicar el origen de la vida