Estudios de psicología y biomecánica han demostrado que la forma en que caminamos puede reflejar nuestro estado de ánimo y salud mental. Las personas con depresión tienden a caminar más despacio, con los hombros encorvados y pasos cortos.
En contraste, quienes tienen mayor autoestima o se sienten seguros de sí mismos caminan con una postura erguida y zancadas amplias. La forma de caminar puede ser un indicador sutil pero revelador del bienestar emocional, y también influye en cómo los demás te perciben.