En invierno, la menor exposición a la luz natural incrementa la producción de melatonina, la hormona del sueño. Esto provoca mayor somnolencia y dificultad para despertar temprano. Además, el cuerpo entra en un modo de ahorro de energía para conservar calor, lo que explica por qué muchas personas sienten la necesidad de dormir más durante la temporada fría.