La regulación térmica es automática y constante

La piel está equipada con termorreceptores, sensores capaces de detectar aumentos o descensos de temperatura en milisegundos.

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Cuando estos receptores perciben frío o calor, envían señales al hipotálamo, que actúa como el termostato del cuerpo. De inmediato, se desencadenan respuestas fisiológicas: si hace calor, sudamos para enfriar la piel; si hace frío, los vasos sanguíneos se contraen y aparecen temblores para generar calor.

Esta regulación es continua y permite que la temperatura interna se mantenga cerca de los 37 grados, incluso frente a cambios bruscos del ambiente.

Gracias a este sistema automático, tu cuerpo mantiene estable la temperatura que garantiza tu supervivencia.

CON INFORMACIÓN JACOBO FLORES

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