Investigaciones recientes revelan que posponer la alarma interrumpe el sueño REM, prolonga la inercia del sueño y eleva los niveles de estrés y cortisol. Este hábito afecta la memoria, concentración y salud mental, aumentando la fatiga y reduciendo el rendimiento diario. Los especialistas recomiendan mantener una rutina de sueño consistente y evitar fragmentar el descanso para mejorar el bienestar.