El reloj biológico regula funciones esenciales como el sueño, la temperatura corporal y la producción hormonal. Cuando este sistema se altera, como ocurre en turnos nocturnos o cambios constantes de horario, se generan efectos negativos en la productividad laboral. Estudios recientes indican que una variación de apenas dos horas en el ciclo sueño-vigilia puede reducir el rendimiento hasta en un 20%. Entre las principales consecuencias se encuentran la disminución de la concentración, mayor número de errores, fatiga persistente y problemas de memoria. Mantener sincronizado el reloj interno resulta clave para un desempeño mental y físico sostenible en el entorno laboral.