En medio de las intensas lluvias que han azotado a nuestra ciudad en los últimos días, surge una pregunta clave: ¿toda la lluvia es realmente buena? Aunque solemos ver la lluvia como una bendición para el campo y un alivio para el calor, existe un tipo de precipitación que puede traer consigo consecuencias dañinas para el medio ambiente, la salud y la infraestructura urbana: la lluvia ácida. En este contexto, es más importante que nunca entender qué es, por qué ocurre y cómo nos afecta.
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¿Qué es la lluvia ácida y por qué ocurre?
La lluvia ácida es un fenómeno tanto natural como provocado por el ser humano. Consiste en la caída de precipitaciones con un pH inferior al habitual, causada por la combinación de contaminantes atmosféricos como el dióxido de azufre (SO₂) y los óxidos de nitrógeno (NOₓ) emitidos principalmente por fábricas, centrales eléctricas y vehículos que se combinan con la humedad del aire.
Esta mezcla de contaminantes genera ácidos que luego caen del cielo en forma de lluvia, nieve o niebla.
Entre las causas naturales se encuentran las erupciones volcánicas, que liberan grandes cantidades de dióxido de azufre a la atmósfera.
Aunque a simple vista no se distingue de la lluvia normal, sus efectos pueden ser muy perjudiciales. Según National Geographic explica, que la lluvia común tiene un pH aproximado de 5,6, pero cuando baja de ese valor se considera lluvia ácida. En casos extremos, se han registrado precipitaciones con un pH tan bajo como 3.
Consecuencias invisibles pero graves
En zonas urbanas, corroe estructuras, daña monumentos y acelera el desgaste de edificios. En cuanto a la salud también representa un riesgo para la salud humana, ya que empeora la calidad del aire y agrava enfermedades respiratorias, especialmente en grupos vulnerables.
Como advierte National Geographic, la exposición prolongada al dióxido de azufre (SO₂) y a los óxidos de nitrógeno (NOₓ) se relacionan con enfermedades respiratorias, cardiovasculares y una menor esperanza de vida.
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No toda la lluvia limpia el planeta
Es momento de desmentir la idea de que toda lluvia es buena. Aunque el agua es vital para la vida, cuando está cargada de químicos contaminantes, se convierte en una amenaza. La lluvia ácida nos recuerda que los efectos de la contaminación pueden estar literalmente cayendo sobre nuestras cabezas.
La conciencia pública es clave. Saber que nuestras decisiones diarias pueden marcar la diferencia es el primer paso para proteger nuestro entorno y cuidar de nuestro planeta.
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