El impacto energético de la IA: ¿estamos preparados para el desafío?

El aumento acelerado de la IA eleva significativamente el consumo energético, con centros de datos que demandan niveles similares a los de grandes ciudades.

Consumo energético de la IA: el creciente impacto ambiental de la inteligencia artificial
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La inteligencia artificial está revolucionando industrias, pero también está dejando una huella energética cada vez más difícil de ignorar.

La rápida expansión de la inteligencia artificial (IA) ha generado una demanda sin precedentes de energía, ejerciendo una presión creciente sobre las redes eléctricas del mundo. De acuerdo con, The Wall Street Journal menciona que modelos avanzados como GPT-4 de OpenAI y Llama 3.1 de Meta requieren centros de datos con un consumo estimado de hasta 30 megavatios de electricidad en funcionamiento continuo, equivalente al uso energético de unas 30 grandes tiendas comerciales o más de 10,000 hogares conectados simultáneamente.

¿Cuánta energía consume realmente la IA?

En 2023, la IA representó cerca del 8% del consumo energético de todos los centros de datos del mundo, con un uso estimado de 4,5 gigavatios. Las proyecciones para 2027 apuntan a que esta cifra se duplicará, alcanzando el 2,6% del consumo energético global.

Investigaciones recientes advierten que, para finales de 2025, la IA podría superar el consumo de la minería de Bitcoin, representando hasta el 20% de la electricidad utilizada por centros de datos a nivel global.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que este crecimiento duplicará el consumo de los centros de datos en solo cinco años, llevándolo al 3% del uso energético mundial.

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¿La IA está frenando la transición energética?

La creciente demanda de energía está provocando efectos colaterales preocupantes. En Estados Unidos, por ejemplo, se han retrasado cierres planificados de plantas de carbón para abastecer la creciente necesidad energética de los centros de datos alimentados por IA.

Aunque muchas grandes tecnológicas aseguran estar apostando por fuentes renovables, una parte importante de esta energía aún proviene de la quema de combustibles fósiles, lo que genera emisiones que contradicen los compromisos climáticos globales.

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Falta de regulación y monitoreo

A pesar del fuerte impacto ambiental, solo el 13% de las empresas monitorea activamente el consumo energético de sus sistemas de IA. Además, no existe una regulación internacional clara sobre los límites o estándares de sostenibilidad para estas tecnologías, lo que deja la responsabilidad casi exclusivamente en manos de las corporaciones tecnológicas.

La IA no debería considerarse un obstáculo para el futuro, sino una aliada en su construcción, aunque si no se gestiona con responsabilidad, la revolución tecnológica podría en un futuro convertirse en una crisis energética.

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