En la vida cotidiana, es común escuchar frases como “te ves más grande” o “pareces mucho más adulta”. Esta percepción no siempre tiene que ver con la edad real, sino con factores físicos y emocionales que influyen en cómo proyectamos nuestra imagen.
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Los especialistas en psicología señalan que los rasgos faciales, la complexión física y la manera de vestir son determinantes. Por ejemplo, las líneas de expresión, el maquillaje cargado o el uso de ropa formal pueden hacer que alguien luzca mayor.
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No obstante, la madurez emocional también influye. Quienes enfrentan experiencias difíciles a temprana edad suelen desarrollar una actitud más seria y responsable, lo que genera la impresión de ser más adultos. A este fenómeno se le llama edad subjetiva, es decir, la edad que proyectamos hacia los demás.
Verse adulto no depende solo de los años, sino de una mezcla de elementos físicos y emocionales que modifican la percepción de los demás.