Así cicatriza tu piel: el colágeno repara, pero deja huella
El cuerpo produce colágeno para cerrar heridas, pero nunca recupera la textura original.
Cada herida profunda activa en el cuerpo un proceso de reparación interna liderado por el colágeno, una proteína estructural esencial para la piel. En la fase inicial, se produce colágeno tipo III, que luego es reemplazado por colágeno tipo I, más resistente, encargado de consolidar la cicatriz.
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Sin embargo, este tejido reparado no es idéntico al original. Las cicatrices carecen de folículos pilosos, glándulas y elasticidad, lo que impide una regeneración completa. El resultado visible es una marca permanente, aunque funcional, que actúa como barrera protectora.
La formación de tejido cicatricial es una respuesta necesaria del cuerpo ante lesiones, pero revela que la recuperación biológica tiene límites. Por eso, cada cicatriz es una huella del esfuerzo interno por cerrar un daño, aunque no devuelva la forma exacta que tenía la piel antes de la lesión.
Este proceso es una manifestación del poder del colágeno como regenerador, pero también recuerda que cada reconstrucción corporal deja una señal visible del trauma que la originó.