Olvídate de bañarte con agua caliente en la mañana, cada vez más personas están cambiando el agua tibia por chorros helados, no por masoquismo, sino porque la ciencia demuestra que esta práctica trae beneficios impresionantes.
El impacto inicial que sentimos al bañarnos con agua fría hace que los vasos sanguíneos se contraigan y luego se dilaten, activando el flujo sanguíneo y fortaleciendo el corazón. Este pequeño “entrenamiento” para el sistema circulatorio puede ayudar a prevenir problemas cardiovasculares en el futuro. Además ese escalofrío despierta más que una taza de café. El agua fría activa la liberación de adrenalina y noradrenalina, aumentando tu concentración y estado de alerta para empezar el día con fuerza.
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Las duchas frías estimulan la producción de glóbulos blancos, los soldados del sistema inmunológico. Con más defensas activas, tu cuerpo estará mejor preparado para enfrentar virus y bacterias.
No tienes que pasar del agua caliente al hielo de un día para otro. Empieza alternando temperatura y termina tu ducha con 30 segundos de agua fría. Con el tiempo, se convertirá en un placer.
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