Diversos estudios han encontrado que masticar chicle puede mejorar el rendimiento en tareas de memoria a corto plazo. El acto de masticar estimula el flujo sanguíneo hacia el cerebro, lo que incrementa el oxígeno disponible para las funciones cognitivas.
Además, esta actividad ligera mantiene al cuerpo en un estado de alerta suave, útil durante momentos de concentración prolongada. Aunque no sustituye una buena técnica de estudio, puede ser un recurso sencillo y efectivo para momentos clave.