Todos lo hemos hecho: tomar un cotonete, una llave o incluso una tapa de pluma y rascar dentro del oído hasta sentir ese pequeño momento de placer. Aunque puede parecer inofensivo, introducir objetos en el canal auditivo es una práctica peligrosa que puede tener consecuencias a largo plazo. ¿Por qué se siente tan bien y por qué deberíamos resistir la tentación?
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La explicación detrás del “gustito”
El interior del oído está lleno de terminaciones nerviosas, especialmente de nervios como el vago y el trigémino, que también están conectados con otras partes del cuerpo como la garganta, la mandíbula y el cuello. Estimular estas fibras puede generar sensaciones placenteras, incluso relajantes. A esta respuesta se le llama a veces reflejo vagal, y en algunas personas puede provocar incluso una sensación de calma o cosquilleo.
Además, rascarse el oído genera una respuesta sensorial de alivio, sobre todo si hay picazón o acumulación de cerumen (cerilla en el oído).
Lo que parece placer puede volverse un problema
Por más satisfactorio que parezca, rascarse el oído puede ser más dañino que beneficioso:
- Riesgo de lesiones: Puedes raspar o lastimar la piel del canal auditivo, lo que puede causar infecciones dolorosas.
- Perforación del tímpano: Un movimiento brusco o un objeto puntiagudo puede romper el tímpano, causando pérdida auditiva o infecciones graves.
- Formación de tapones: En lugar de remover la cera, muchas veces se empuja más adentro, creando obstrucciones que afectan la audición.
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¿Por qué deja de sentirse tan bien rascarse el oído con el tiempo?
La sensación de placer al rascarse dentro del oído proviene de la estimulación de terminaciones nerviosas muy sensibles que recubren el canal auditivo. Sin embargo, estas terminaciones se adaptan y se vuelven menos reactivas con el tiempo.
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Por eso, estimularse constantemente, puede desensibilizar la zona, haciendo que la sensación placentera desaparezca o se convierta en una molestia crónica.