Aunque puede ser útil al iniciar un proyecto, su duración es limitada y depende de factores externos. La disciplina, en cambio, es una estructura interna basada en hábitos y sistemas. A diferencia de la motivación, que responde al entusiasmo momentáneo, la disciplina se sostiene con prácticas diarias que no dependen del estado de ánimo.
Establecer rutinas, delimitar horarios y automatizar decisiones pequeñas permite avanzar incluso cuando la motivación no está presente. La clave del progreso no está en mantenerse motivado, sino en construir hábitos estables que funcionen sin depender de la emoción del momento.
CON INFORMACIÓN DE JACOBO FLORES
Tu cerebro y el clima: la razón científica por la que no tienes energía ni motivación