Investigaciones de la Universidad de Berkeley demostraron que la falta de sueño afecta el lóbulo prefrontal, zona encargada del control emocional, dejando la mente vulnerable a la negatividad y la ansiedad. A su vez, preocuparse demasiado activa la amígdala cerebral, lo que impide un descanso profundo. Este ciclo de insomnio y pensamientos intrusivos se retroalimenta, afectando la salud mental y emocional. Dormir bien no solo restaura el cuerpo, sino que protege al cerebro de sí mismo.